Cuando era veinteañera pensaba que yo nunca tendría hijos, que el mundo estaba demasiado poblado, que los recursos naturales cada vez irían escaseando más y más, que el planeta Tierra cada vez estaría más deteriorado y que tener hijos era casi casi una irresponsabilidad social, por otra parte, pensaba que no tenía aún una carrera universitaria y menos un trabajo estable. Con el paso de los años comencé a labrar poco a poco una estabilidad laboral y económica, pero establecer relaciones amorosas se me complicaba bastante, algunos decían que era demasiado “libre”, que si no era celosa era sinónimo de “valemadrismo”, o pensaban que le huía al compromiso, cuando en realidad pensaba que las relaciones de pareja debían fluir de manera libre, sin ataduras, sin tiempos, ni culpas: que no necesitas poseer a las personas como si fueran objetos de tu propiedad, que el tiempo es efímero y que las relaciones y el entendimiento fluyen como un torrente sanguíneo que da vida o se esfuma y se va, así de práctico.
A veces pensaba que “el amor era más frío que la muerte”, me identificaba con la frase maravillosa de Charles Bukowski “Amor tiene cierto significado, sexo es significado suficiente”, así que vivir una libertad en ese sentido era algo importante; y no podía faltar identificarme con “los amores en contingencia”, del existencialismo.
Después de algunas relaciones más “estables” que me dejaron tremendas lecciones de vida era cada vez más complicado creer que pudiera coincidir con mi “Par”: aquel ser integral que pudiera caminar a mi lado. Al mismo tiempo que eso era complejo se fue dando mi despertar espiritual, fui descubriendo el modo de hacer mi cuerpo infinito, me reconecté con Gaia, dejé de pensar en el mundo sórdido, caótico y apocalíptico y entre más conectaba con mi cuerpo álmico y etérico, con la energía, la magia y la transformación empecé a sentir una necesidad inexplicable de ser madre.
Dar vida a un ser que pudiera venir con una misión y que mediante la educación y el desarrollo espiritual fuera transformador del entorno, una persona que haga un bien a este mundo, al que le des tus enseñanzas, tu magia y tu legado. Eso suena tremendamente fuerte, es una gran responsabilidad y compromiso con la humanidad y tenerlo así solita me generaba un poco de conflicto pues romantizaba la idea de tener una pareja y formar una familia y no porque me creyera los cuentos de amor o quisiera vivir una telenovela; sino que creía que era un ser muy amoroso y con mucho que dar y construir con otro ser igual que yo, y que tampoco iba a tener un hijo por no quedarme “sola”, o por “aferrada”, eso no se me hacía sensato, por lo que las presiones sociales de “ya estás grande, se te está pasando el tiempo, piensa en la inseminación y su largo etc…” me las pasé por el arco del triunfo, las solté y no me dije nada, dejé de querer encontrar a alguien, porque a quien estaba realmente buscando era a mí misma, el paganismo y mi despertar espiritual me ayudaron a darme cuenta que en muchos sentidos estaba hecha pedacitos, que traía cargas emocionales, familiares, religiosas… muy profundas y que tenía que hacer uso de todos los hechizos y rituales, de toda la magia que día a día iba descubriendo en mí y en mi entorno, me identifiqué con la carta de El Colgado del Tarot y comencé mi depuración y transformación. Todo esto fue tomando mayor sentido cuando transité el camino del guerrero a través de las runas y el tarot, cuando pasé por los rituales de iniciación y maestría en la magia mediante el conocimiento de la herbolaria, las piedras, los elementos, las deidades, las velas, el péndulo, también por medio de la sanación brindada a través de las plantas de poder y así hasta llegar a la apertura de los Registros Akáshicos y a su vez la práctica constante del taichichuan y la meditación y todo esto habría contribuido a verme como un ser más «despierto» y dispuesto a dar vida, en regresiones y apertura de registros akáshicos me había visto en otras vidas siendo madre y veía a mis hijos y me llenaba de una profunda alegría y a la vez nostalgia de tenerlos que dejar y lo más sorprendente descubrir que algunos de estos hijos están cerca de mí en esta vida.
Entonces justo me reencontré con un ser divino, mi Par, mi dualidad; no sé cuántas vidas en total habremos compartido experiencias profundas o simples instantes; lo que es un hecho es que necesitaba primero sanar mi historia, mi árbol genealógico, cerrar ciclos, reconectar todos mis cuerpos y así mi útero comenzó a ser bendecido.
Me reconecté con la magia del Amor, con la sexualidad tántrica, con la pareja sagrada y el universo me fue preparando para dar el siguiente paso tener en mi vientre un ser que cada día va creciendo y que es el contacto más puro con la Diosa y con los elementos de la naturaleza, la magia de la creación está latente día a día, cuando redescubro mi cuerpo en su nueva transformación y voy dejando esa doncella, para dar paso a la madre, voy generando los lazos con un ser que desde antes ya me había escogido como su madre para cumplir con su misión y evolución.
Sé perfectamente que a muchas mujeres no se les despierta el instinto materno, porque sus misiones son otras, pero habemos mujeres que hemos sido elegidas y tenemos una gran responsabilidad en un mundo que cada vez está más automatizado y enajenado, pero que al mismo tiempo como su opuesto o némesis está también despertando a la consciencia, para formar seres de cuarta y quinta dimensión que serán los pilares en la transformación que se avecina, no podemos ver la maternidad como algo simple o parte implícita del desarrollo humano y por eso debemos respetar a quienes no quieren ser madres y padres porque repito tienen otras misiones en el aquí y el ahora y su legado y herencia se puede ver reflejada en muchos ámbitos de su vida y desarrollo, pero los que hemos sido elegidos en la maternidad y paternidad debemos prepararnos para ser gestadores del cambio y de la evolución humana. Así que siempre en tu quehacer de madre utiliza la magia, la sabiduría ancestral, la ritualística que muchas abuelas y madres sabias han dejado a través de generaciones y que toda madre-bruja deberá hacer con regularidad:
De pronto vi mi cabeza
Sin pensamiento y sin vida
y sin humana impureza,
Sentí profunda extrañeza,
más luego extendí mi lodo
Y fui descubriendo el modo de hacer mi cuerpo infinito,
El polvo al polvo remito,
Dejo de ser y soy todo.
Pita Amor.
Escrito por Áryan Verónica Rodríguez para mi hijo Vladimir