Continuemos en esta saga de análisis sobre el color rojo, y aunque podría parecer interminable, recordemos que estamos hablando del “rey de los colores”, en antigüedad y trascendencia simbólica, incluso estas letras son nimias frente a su importancia cultural.
En anteriores entregas vimos como para las primeras grandes culturas de la humanidad, el rojo fue el color por excelencia, pero es necesario señalar que ningún color era percibido como una abstracción, sino que para estos hombres los colores siempre estuvieron asociados a un objeto o un elemento natural. Es hasta bien entrada la Edad media (siglo XII), con la difusión por todo el Occidente del sistema de los colores litúrgicos de la Iglesia católica (reglamentación de colores utilizados en las ceremonias y que conllevan un simbolismo determinado, no importan los objetos en que se aplique, ni los materiales para su obtención), que lo colores comienzan a considerarse como categorías abstractas.
Y aunque la Biblia no contenga en el texto muchas referencias a colores, los traductores y dirigentes de la Iglesia católica construyeron poco a poco una simbología de colores con relación a la liturgia, las vestimentas, las practicas sociales, insignias, ceremonias, la creación artística y literaria que dominó en el mundo occidental por mas de un milenio.
De esta manera, en la simbología cristiana el rojo se organizó en cuatro polos, con dos referentes principales del color: el fuego y la sangre, pues a cada uno se le otorgaron un aspecto positivo y otro negativo, veamos de manera detallada:
El rojo fuego en su parte “mala” se asoció a las llamas del infierno y al dragón del Apocalipsis, cuyo cuerpo es rojo como las llamas del averno, según la Biblia.
Continuemos en esta saga de análisis sobre el color rojo, y aunque podría parecer interminable, recordemos que estamos hablando del “rey de los colores”, en antigüedad y trascendencia simbólica, incluso estas letras son nimias frente a su importancia cultural.
En anteriores entregas vimos como para las primeras grandes culturas de la humanidad, el rojo fue el color por excelencia, pero es necesario señalar que ningún color era percibido como una abstracción, sino que para estos hombres los colores siempre estuvieron asociados a un objeto o un elemento natural. Es hasta bien entrada la Edad media (siglo XII), con la difusión por todo el Occidente del sistema de los colores litúrgicos de la Iglesia católica (reglamentación de colores utilizados en las ceremonias y que conllevan un simbolismo determinado, no importan los objetos en que se aplique, ni los materiales para su obtención), que lo colores comienzan a considerarse como categorías abstractas.
Y aunque la Biblia no contenga en el texto muchas referencias a colores, los traductores y dirigentes de la Iglesia católica construyeron poco a poco una simbología de colores con relación a la liturgia, las vestimentas, las prácticas sociales, insignias, ceremonias, la creación artística y literaria que dominó en el mundo occidental por más de un milenio.
De esta manera, en la simbología cristiana el rojo se organizó en cuatro polos, con dos referentes principales del color: el fuego y la sangre, pues a cada uno se le otorgaron un aspecto positivo y otro negativo, veamos de manera detallada:
El rojo fuego en su parte “mala” se asoció a las llamas del infierno y al dragón del Apocalipsis, cuyo cuerpo es rojo como las llamas del averno, según la Biblia.
Tomando el rojo-fuego en su parte “buena” simboliza la intervención divina, en el Antiguo testamento existen varias referencias a las manifestaciones de Dios a través del fuego, la mas conocida es la huida de los hebreos de Egipto y guiados por una columna de este elemento.
En el Nuevo testamento, este mismo rojo-fuego representa al Espíritu santo. De esta forma el rojo es luz y soplo de vida, poderoso y caluroso. Este rojo brilla, anima, revigoriza, reúne y purifica, pues simboliza el amor divino y todo el amor que un buen cristiano debe dar a sus semejantes.
En el caso del referente sangre su aspecto negativo o “malo” se encuentra asociado a los discursos bíblicos sobre la violencia y la impureza. La sangre, se creía, es un símbolo de vida otorgado por Dios, aquel hombre que “haga correr la sangre de otro” cometería un atentado divino.
Los cristianos recuperaron la simbología de culturas anteriores relativas a la impureza de la sangre de la mujer en sus periodos menstruales, que durante siglos se había considerado corruptora de alimentos y animales. Así, en la Biblia la sangre menstrual va a seguir teniendo este mismo aspecto, agregando que es la prolongación de un castigo divino a Eva por el “pecado original”, el tabú sobre este tema es tan grande que ninguna producción artística en esa época fue capaz de representarlo.
Al opuesto de estos aspectos se encuentra el rojo-sangre benefactor y fecundante, el que santifica y da la vida, los cristianos lo atribuyeron no a una cuestión femenina, sino masculina pues se refieren a la sangre que Cristo vertió durante su suplicio y muerte. Esta forma simbólica se extenderá a los mártires que vertieron su sangre por el cristianismo.
El poder simbólico de la “sangre de Cristo” fue tan grande que durante siglos los pintores procuran pintar ese “rojo” mucho mas brillante que cualquier otro. Fue tal su devoción que existen en varias iglesias europeas reliquias que dicen contener este liquido; o la transubstanciación (conversión de una sustancia en otra) ideológica de la sangre en vino, utilizada en la liturgia de la comunión. Durante varios siglos los fieles que tomaban la comunión se “comunicaban” con Dios a través del pan y el vino, los sacerdotes la consideraron tan valiosa, que a partir del XII y XIII fue reservada para los oficiantes de la misa y los altos jerarcas de la Iglesia.
Podríamos decir sin exagerar, que por esta simbología el color de la Iglesia Católica es el rojo, de tal suerte que en muchas representaciones la cruz aparece en este color, pero fue también la que vistieron en su túnica los Cruzados (ejércitos formados en diferentes momentos de la Edad media para la liberación de los “lugares santos”).
Y ciertos jerarcas de esta religión como los cardenales fueron nombrados como “soldados de Dios” dispuestos a dar su vida por la Fe y la Iglesia (en el terreno teórico), en los primeros años usaron un sombrero rojo, después añadieron el vestido, incluso el abrigo o la capa del mismo color. La vestimenta de los papas también utiliza en muchas de sus vestimentas este color, como símbolo de su rango y poder.
El rey de los colores, el ROJO todavía tiene simbolismos que enseñarnos, eso será en nuestra siguiente entrega.