Hemos dicho que el color rojo se puede considerar como uno de los colores primigenios en la evolución de la cultura. El estudiar su simbología nos permite viajar en la distancia y el tiempo y comprender a través de su uso, trozos del imaginario social de otros tiempos y pueblos.
Así, comencemos este viaje ahora con el próximo Oriente antiguo (las culturas que integraron la Mesopotamia). En estas tierras a diferencia de Egipto cada ciudad tenía su propia organización y adoración a un dios en especifico, una especie de protector para sus habitantes, por lo que la interpretación simbólica se vuelve mas difícil. Sin embargo de manera general los estudiosos afirman que el rojo en Mesopotamia tiene un sentido positivo, ya que se encontraba ligado al concepto de creación, a la prosperidad, al poder y a los cultos rendidos a ciertas divinidades sobre todo aquellas relacionadas con la fertilidad. En Asiria y Sumeria (ciudades mesopotámicas), sus habitantes pintaron en rojo a sus dioses mostrándonos a este color como sagrado y parte del mundo vivo.
Recordemos que un color no es únicamente una percepción biológica o neurológica, sino también un fenómeno cultural, donde las sociedades le dan un lugar tanto en su vida material, institucional o de códigos sociales, pero sobre todo un rol singular en los rituales, creencias y el nivel simbólico. En este sentido, es innegable que el rojo por mucho, mucho tiempo ha tenido el primer lugar, es el color al que se le han atribuido una enorme cantidad de poderes mágicos que los otros colores no poseen con la fuerza que se le atribuye a éste.
Esto se debe a dos principales referentes a través de la historia: la sangre y el fuego, (elementos fundamentales en la vida de los hombres). En el caso del fuego, a simple vista vemos que las llamas son por lo regular amarillas, que se tornan en blanco, azul o verde, ¿De donde viene esta asociación simbólica del fuego con el color rojo en la gran mayoría de las culturas?
Desde la antigüedad el fuego ha tenido el mismo valor simbólico que la sangre: como fuente de VIDA, recordemos que uno de los eventos en la historia de la humanidad fue la domesticación del fuego, cuya utilización permitió el desarrollo de la civilización.
El fuego en todas las civilizaciones se le ha otorgado una asociación con lo divino y la prueba la tenemos en los relatos mitológicos, donde el hombre lo roba o recibe por dádiva de un dios, uno de los mitos mas conocido es el del dios Prometeo, que al robarlo para entregarlo a los hombres, recibe el castigo espantoso de ser encadenado a una montaña donde los buitres devoren en repetición cotidiana su hígado (motor de las emociones).
Prometeo encadenado, mientras es observado por su hermano el Titán Atlas. (Detalle de Vasija en el Museo del Vaticano)
El fuego es también un medio de comunicación o de identificación con los dioses, y como en Persia o la India antigua en los templos dedicados a este elemento sus muros pintados y sus sacerdotes vestían de rojo.
Zoroastro a quien se le conoce como el profeta del fuego
Al fuego siempre se le ha atribuido una ambivalencia simbólica, así como es considerado como fecundador, purificador o regenerador puede tornarse en engañoso, violento, destructor, enemigo de los hombres y la vida. El color rojo mantiene esta misma imagen simbólica, en ocasiones puede verse como benéfico y en otras maléfico.
Un ejemplo de ello es el dios griego Hefestos (Vulcano para los romanos), dios del fuego y los metales, otro dios pelirrojo con un carácter mágico de creación e ingenio; pero que también fue caracterizado como un mago vengativo y perjudicial.
Hefestos por Andrea Mategna, 1757 (Museo del Louvre)
Esta misma ambivalencia se encuentra en la sangre, el hombre se ha acostumbrado a verla en su carácter biológico como fuente de vida o muerte. Imaginemos al hombre prehistórico presenciando el nacimiento de nuevos seres en medio de sangre, y ver morir a otros por desangramiento, incluso hoy día esta imagen nos sigue causando estupor a la mayoría.
La sangre ha sido considerada tanto pura como impura,sagrada o tabú, salvadora y fecundante, como peligrosa o mortífera. Durante mucho tiempo en muchas culturas dominó la idea de que la sangre pertenecía a los dioses y constituía su alimento, por lo que servía también como medio de comunicación con los dioses ya sea a través de sacrificios de animales o de hombres, derramada sobre los altares sacerdotes y fieles, o bebida por los mismos.
Este lazo entre el color rojo y las fuerzas vitales se hará palpable también en las practicas funerarias, así el muerto en su tumba adquiere esta dualidad de muerte-vida, nos encontramos frente a la disyuntiva de todas las culturas de “la vida después de la muerte”, explicada de diferentes maneras, pero con un elemento en común: la utilización del color rojo en las sepulturas. Ya sea a través de ocre rojo (en una especie de cama), bloques de hematita o de cinabrio; piedras (cornalina, jaspe, granito); recipientes con sangre o vino (en sustitución de la sangre); joyas o estatuas rojas; frutas o pétalos de flores de ese mismo color. En Roma, por ejemplo las flores rojas o violáceas se utilizaban como flores funerarias, sobre todo aquellas que perdían rápidamente sus pétalos, en sinónimo de la “brevedad de la vida”, y las flores que al contrario tardan tiempo en secarse, como el amaranto, representaba la inmortalidad.
Y como breves son estas líneas, continuaremos hablando de este color en otra entrega…
Escrito por: Elena Monges